sábado, 28 de mayo de 2011

Pues bien, tras haberme ubicado en el espacio (la cuestión temporal ―pese a que mi pulso carece de reloj que lo atenace― la tenía más o menos clara, en buena medida gracias a la hoja seccionada de un ejemplar del Telegraph del día que guardaba, dispuesta de manera cuidadosa, en el bolsillo de la camisa).
Interludio en el pub
Llevaría unos buenos cuarenta minutos sentado hacia la barra, contemplando impávido el titular con la desportillada jarra de cerveza rubia a mi derecha y la cajetilla de tabaco al otro lado (una inútil costumbre, teniendo en cuenta que hace ya un par de años largos que el Gobierno ha prohibido su consumo en locales públicos); permití que los pies, inquietos hasta ese momento, reposasen sobre la barra inferior del inestable taburete y entonces reparé en que, el borde de mis manos, estaba empezando a impregnarse de negra tinta desprendida del diario, hecho que se veía favorecido por la amalgama de la propia transpiración con esa pegajosa e indefinida pátina que, durante lustros, se va adueñando de la superficie de los mostradores de madera por la pertinaz filtración de líquidos espirituosos y productos de limpieza de dudosa efectividad.
Disculpe ―me dirigí al dueño del local con la más inocente de las miradas que fui capaz de impostar―. Me pregunto si sería posible…vamos, que si no tiene inconveniente en que arranque esta hoja del periódico. Como puede ver ―proseguí con bastante aplomo―, en el reverso sólo hay un anuncio publicitario.
Era aquél un hombre que estaría en las estribaciones de la cincuentena; sujeto de gestos pausados y medidos, alto y enteco pero ―en conjunto― sin impresionar de fragilidad, con el rostro enmascarado por una piel tan clara que dejaba transparentar los violáceos capilares en los pómulos y en torno al prominente apéndice nasal; los ojos, grises y firmes, no por ello menos expresivos, se ocultaban tras unas lentes de concha con fina montura de dorado metal y el lacio cabello lo domeñaba, con alguna suerte de fijador, sobre la superficie de la piel craneana.

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